LA CAPA ESPAÑOLA Y LA PAÑOSA

ORÍGENES ACTUALES

  Los promotores fueron los Duques de Béjar cuando crearon la Industria Textil Lanera hace más de seiscientos años en Béjar (Salamanca). Poseían enormes rebaños de ovejas y, en época del esquileo, por los meses de abril o mayo, una vez hecha la pelada, lavaban las lanas en el río. Comprobaron que el agua del rió de Béjar, el río Cuerpo de Hombre, era excepcional para el lavado y para el tintado. El lavado era fino, sedoso y dulce en la lana y el tinte se mantenía sólido y permanente. Los Duques de Béjar dedicaron una cuidada atención a esta Industria Textil, y dado el gran consumo de capas, se dedicaron por completo a la fabricación de este artículo.

LA CAPA

Prenda de vestir larga, suelta, sin mangas y abierta por delante que se sujeta al cuello y cubre casi todo el cuerpo, ensanchándose gradualmente hacia la parte inferior que sirve para poner encima del vestido. Se llama “española” o “pañosa” a la de hombre, de paño, amplísima de vuelo y con unas bandas de terciopelo de color vivo como forro en los bordes delanteros.

Modismos:

Andar (o ir o estar) de capa caída. Padecer gran decadencia en bienes, fortuna o salud.
Capa rota. Persona que se envía disimuladamente para algún negocio de consideración.
De capa y gorra. Con traje de llaneza y confianza.
Defender a capa y espada. Proteger a una persona con todos los medios posibles.
Derribar la capa. Echarla hacia la espalda, desembarazando la acción de brazos y piernas.
Echar (o hacer) la capa a alguien. Ocultar los defectos de una persona, ampararla.
Echar la capa al toro. Intervenir en un asunto en favor de otra persona.
Hacer de su capa un sayo. Obrar según su propio albedrío y con libertad en cosas o asuntos que sólo a ella pertenecen o atañen.
Pasear la capa. Callejear.
Sacar la capa. Justificarse o argüir bien en algún trance apretado.
Salir de capa de raja. Pasar de trabajos y miserias a mejor fortuna.
Tirar de la capa. Advertir a una persona de algún mal, defecto o peligro para que no caiga en él.

Sinónimos:

Mantón: Pañuelo grande de abrigo
Manto: Prenda de vestir amplia, semejante a la capa, que cubre la cabeza, los hombros y parte del vestido
Herreruelo: Capa no muy larga, con cuello y sin esclavina. (Ferreruelo)
Capuz: Vestidura antigua, larga y holgada, con capucha.
Capote: Prenda de abrigo semejante a la capa, con mangas, un agujero para meter la cabeza y menor vuelo
Palio: Antigua prenda de vestir semejante a un manto que llevaban los griegos sobre la túnica prendida con un broche.

La capa es una prenda que ha sido ampliamente utilizada desde tiempos remotos hasta principios de siglo XX. Siempre ha estado entre nosotros, presente en mayor o menor manera. Forma parte de nuestra historia y nosotros de la suya. "La capa durante siglos ha sido una indumentaria de respeto que marcó la tradición del hombre, para asistir a cualquier acto social o religioso de cierta categoría (...)"
Cuando una persona tenia que acudir a algún acontecimiento importante y no disponía de poder económico para adquirirla, la tomaba prestada. Acontecimiento que relata el ÉXODO en su capítulo XXII versículo 25 y siguientes. “Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de la puesta del sol, porque con eso se cubre él, con eso viste su carne, y ¿con qué va a dormir?” Dicha anécdota seguía ocurriendo en los siglos XVIII y XIX, cuando una persona no podía comprarla.
La historia de un país se puede seguir de diversas formas, pero la nuestra, podemos seguirla también a través de la capa. Ella siempre ha formado parte de los momentos más interesantes desde la prehistoria hasta la edad del turismo. Pero tantos disgustos la hemos dado que la pobre esta "de capa caída". Nadie puede decir que no ha tenido  una actualidad esplendorosa en cada momento de su pasado aunque quisiéramos que actualmente volviera a levantar el vuelo que por su raigambre la corresponde, para que vuelva a adquirir el mismo resplandor  que en épocas anteriores y pocos pueden prever si levantará o no los vuelos en un futuro, aunque tenga que competir con los vaqueros y con las camisetas con figuras mas o menos de dudoso gusto.  Nadie le puede quitar su pasado esplendoroso. De momento, nos queda su repaso en los siglos.

Tenemos noción de que los romanos adoptaron la sagúm celtíbera (Sagúm: Capa de lana usada por los pueblos prerromanos de la meseta castellana), capa abierta en los costados y sujeta con una fíbula (Fíbula: Hebilla o broche muy usado por los griegos y romanos) en el hombro, y los árabes nos dejaron su albornoz (Albornoz: Especie de capa o capote con capucha), capote cerrado con capucha. Allá por la Edad Media, la capa era manto obligado de todos los estamentos: capuces para los guerreros (Capuz: Vestidura antigua, larga y holgada, con capucha), tabardos y lobas para los nobles (Tabardo: Prenda de abrigo ancha y larga, de paño tosco), (Lobas: Sotana, vestidura talar (hasta los talones)), capas magnas para los religiosos (Capa magna: La que se ponen los arzobispos y obispos para asistir, en el coro de sus iglesias, a los oficios divinos y otros actos capitulares.) Y capotillos de aldas para los campesinos (Capotillo de alda: Capote corto.).
El siglo IV, cuenta la historia, que San Martín de Tours partió su capa a la mitad para que pudiera taparse un pobre. Después de muerto San Martín, la otra mitad se guardo en el oratorio de reyes, ante la que se les tomaba juramento a los que eran llamados al tribunal del rey, según atestiguan varios antiguos diplomas. Los sacerdotes dedicados a custodiarla eran los encargados de llevarla siguiendo al ejercito en todas las expediciones guerreras, como si de un amuleto se tratase.
En el siglo XVI, la capa era signo y medida exterior del linaje: cuanto más cortas, mayor nobleza se le suponía al portador; así, al rey se la remataban en la cintura, los gentiles hombres la cortaban a medio muslo, los artesanos y menestrales en las rodillas y los villanos en los pies.
A partir de entonces empieza a coger auge con la denominación de capa española y es usada especialmente por el hombre. También llego a utilizarse en Francia con el conocido nombre de capa española. En la época romántica también fue utilizada por las mujeres, llegando Luis VII a prohibir el uso de éstas a las mujeres cortesanas, para que éstas no fueran confundidas con las honradas. A partir de esta época ya se denomina capa española. En los antiguos grabados y laminas se ve con que soltura y gracia solían embozarse la capa los franceses, flamencos, ingleses, italianos y portugueses, que después quedo como cosa peculiar de los españoles.
En el XVII, todavía pervive el ferreruelo (Herreruelo: capa no muy larga, con cuello y sin esclavina. (Ferreruelo)), capita corta que solía terciarse galanamente sobre un hombro, pero también hacen moda otras muchas capas y mantos. El siglo XVIII nos trajo dinastía borbónica y gustos franceses: las capas cortesanas se fabrican con tejidos más ligeros y de más vivos colores. La longitud de la tela se hace cuestión de estado y hasta provoca un motín popular contra un ministro ilustrado: Esquilache. La influencia no llega a campesinos y pastores, que siguen con sus anguarinas de lana o paño grueso para celar los fríos, o sus corozas de paja para escudarse de las lluvias.
Existían muchas clases de capas: las de los gentiles hombres, las de los caballeros, las de los guerreros, capas para ir montado a caballo hombres y mujeres, capas de ir a pie, capas de la burguesía, de los aldeanos, capas de la gente del pueblo. También tuvieron sus capas los obispos y dignidades de la iglesia y las ordenes religiosas.
En el siglo XVIII la capa española adquirió mayor longitud. Se estilaban de colores vivos, generalmente grana o moradas y forradas con colores claros pero sin embozos. La de color grana era característica del pueblo bajo.
En el XIX, triunfa definitivamente la que ha venido en llamarse capa española, en sus cuatro variantes más conocidas: La Madrileña o pañosa, con esclavina, cuello bajo y embozo de terciopelo de colores, en terciopelo verde y/o rojo. La Castellana o parda, de paño pardo o marrón sin vivos y con grandes broches. La Catalana, de amplios vuelos y capilla galoneada. La Andaluza, de esclavina más corta y de menor longitud. Dejaron de llevarse los colores vivos y solo siguieron llevándose las de paño negro, castaño, azul o verde oscuro. Se le dio mas vuelo se forraron los embozos de piel, lana o terciopelo y la esclavina se hizo mas corta y más airosa. Las mujeres han seguido usándola raras veces y todavía la usa alguna hacendada portuguesa.
A principios del siglo XX, las diferencias son menos acusadas, existiendo prácticamente un solo modelo de capa; la capa negra con embozos de terciopelo de vivos colores con esclavina adornada con pasamanería rematando su cuello un broche, que suele distinguir a quien lleva la capa, bien por su procedencia, condición o asociación. Este tipo de capa es la que nos ha llegado a nuestros días que paulatinamente dejo de usarse por considerarse una prenda antigua.
A finales del siglo XX ciertos grupos de nostálgicos y admiradores de esta prenda en desuso, por distintas localidades españolas han ido creando asociaciones para hacer resurgir, realzar y dar a conocer esta prenda, la capa española, de elegancia propia, añorada por unos y dejada en el olvido por otros.

El abrigo se pone, pero la capa se lleva.

La capa, esa atmósfera de tela ondulante y obsequiosa, es memoria tejida de nuestra historia. Evoca ritos ancestrales, mantos senatoriales, tercios guerreros; tiene aromas de estudiantes que corrían la tuna en Palencia o Salamanca y trae recuerdos de intrigas y embozados en la corte de los Felipes; saca color y buen aire de las faenas toreras y se torna en rico brocado sobre las vírgenes de las procesiones; es peto y espaldar para campesinos y pastores, arrebato volandero en los jinetes y cobertura sobria de penitentes y cofrades; comporta el buen porte de los próceres, escondía la bolsa ruin de los hidalgüelos y abrigaba los cuerpos tenaces de los peregrinos, en su visita al señor Santiago.

Nuestra capa, tan querida actualmente y que nuestros mayores portaron con orgullo y señorío, que lo mismo vestía a jóvenes casaderos preparados para contraer el matrimonio de la forma más noble, que vestía a mayores preparados para protagonizar revueltas  que para pasar noblemente a cualquiera otra forma de vida. Hagamos todo lo posible que este en nuestras manos y las de nuestros descendientes por no demonizarla y que nadie pregunte: ¿eso que es? ¿Sois de alguna cofradía? Ahora en el siglo XXI inmersos en una inevitable globalización hay una necesidad por recuperar las tradiciones y que mejor que hacer un homenaje a esta prenda, tan querida. Quizá la capa sea la prenda de vestir más costumbrista y más representativa de nuestro país. Introdúzcase en este mundo de tradición donde puede encontrar la información mas completa sobre una prenda que mantiene intactas sus connotaciones. Sáquela del baúl donde tantos años ha permanecido, póngala sobres sus hombros y llévela con orgullo y señorío pensando que no solamente en cosa de unos cuantos abuelos y nostálgicos sino de todo aquel que no quiere que muera en el recuerdo. Haga su propio homenaje a LA CAPA ESPAÑOLA. Retratada con sumo detalle por nuestros mejores pintores y usada por personajes ilustres a lo largo de la historia. Reyes, nobles y campesinos han usado nuestra capa.

Los romanos heredaron la prenda de los celtíberos
      La vida de la capa comienza hace más de quince siglos. Ya los romanos heredaron la confección de esta prenda de la cultura celtíbera. Esta primera capa, abierta en los costados y sujeta en el hombro, dio paso al albornoz árabe, capote cerrado y con capucha. Posteriormente, en la Edad Media, el manto era obligado para todos los estamentos. Desde entonces, la capa se adapta a cada siglo: corta para exhibir linaje, en el XVI; con nuevos patrones, en el XVII; afrancesada, en el XVIII; hasta que, finalmente, en el siglo XIX, triunfa la que actualmente llamamos capa española. Nacerán con ella sus variantes: madrileña, castellana, catalana y andaluza
 


 

 

HISTORIA IRREAL

La capa, está presente en nuestra literatura como personaje secundario de cuentos y leyendas, recordados con verdadera ilusión y en los que estaban los héroes soñados por nosotros en nuestra juventud. Quien no recuerda personajes como El Guerrero del Antifaz que representaba para muchos de nosotros el valor y la valentía. ¿Qué decir de Superman? No creo conocer a ningún joven de aquel entonces, que no quisiera ser Superman e incluso que para disfrutarlo mas, no se disfrazara de él (sobre todo por poner la capa). Podemos continuar con el Zorro, amigo de los desvalidos que también ha servido para disfrazarse (con capa) y una forma también de atraer a las mujeres. Podríamos seguir por cualquiera de los tres Mosqueteros (aunque siempre fueron cuatro) eso si incluyendo la capa, o terminar para no cansar con el Conde Drácula, personaje elegante pero polémico, aunque la capa es mas del acervo popular que de la creación del autor.
¿Qué podemos decir de nuestro inigualable Don Juan Tenorio? Ha sido el personaje mas odiado y más envidiado por mujeres y por hombres. Unos desearían imitar sus hazañas y otras desearían que no hubiera sido creado para que no sirviera de referencia.
 

LITERATURA

La Capa Española es protagonista de una abundante literatura durante el siglo de oro y aun en épocas más recientes llega hasta D. Benito Pérez Galdós, Benavente, D. Ramón del Valle Inclán. D. Pedro Crespo, Alcalde de Zalamea, el ciego del Lazarillo, El caballero de Olmedo, D. Gil de las Calzas Verdes, y tantas otras novelas de capa y espada que bien merecen una investigación las profusas obras de Lope, Cervantes, Calderón o Quevedo.

PERSONAJES

 

 La historia, la leyenda y las imágenes visuales de retratos y fotografías, nos han dejado pruebas de personajes, de diferentes clases sociales, que han usado la capa: Felipe II, Felipe IV, Lope de Vega, Quevedo, Goya, D. Ramón de la Cruz, Leandro Fernández Moratín, Fernando VII, Martínez de la Rosa, Bravo Murillo, José de Larra, Espronceda, Zorrilla. Más recientes Julio Romero de Torres, Manuel Machado, los hermanos Alvarez Quintero, Eduardo Marquina, los maestros Federico Chueca y Serrano y en la actualidad Cela o el Rey Juan Carlos I. La capa ha estado presente en diferentes momentos de la historia. 
Nobles y ceremoniosos resultan los españoles de cualquier condición con este atuendo, que ha merecido siempre los honores de ser retratados, como símbolo de hidalguía hispana, por nuestros pintores españoles más conocidos. Desde Velázquez a Goya y desde Goya hasta nuestros días, la capa ha sido retratada sobre los personajes hispanos más ilustres. En la primera mitad de nuestro siglo Sorolla, Zuloaga y Zubiaurre nos han dejado entre sus grandes creaciones multitud de escenas con respetables labriegos arropados con solemnes y largas capas.
 La capa ha contribuido a la identificación del hombre hispano, tanto que Veláquez y Murillo amparan en las capas las desgraciadas figuras de sus bufones o mendigos. Con la capa siempre en escena representaba también la autoridad. En Velázquez encontramos obras donde aparecen personajes muy distintos. Velázquez viste a la corte, a la alta administración y a la nobleza. Destacan: Felipe IV, El Aguador de Sevilla,  Juan de Pareja, El Triunfo de Baco o "Los Borrachos".
Zuloaga retrató muchos de nuestros defectos con el ánimo de que fueran el revulsivo que llevara a superarlos, al pintor vasco se le ha llegado a acusar de servir al público foráneo una pintura literaria y amañada, cargada de tópicos afines con la imagen que en el extranjero se tenía de nosotros. Para estos fines pintaba a los personajes con la capa pero con la distinción entre un personaje noble El cristo de la Sangre o un mendigo o bufón.
  Goya es quien caracteriza a sus personajes otorgándoles unos ropajes que hacen reconocible su clase, en otros casos, la capa hace las funciones de manta campestre o mantel popular. El motín de Esquilache y otras revueltas del pueblo, que con capa en ristre tienen su representación en a cuadros de este autor. Así pueden verse en diversas obras a los Majos y los chisperos con capas de diversos colores, como en Jugadores de Naipes, El Cacharrero, La Cita, La pradera de San Isidro, Los Zancos, La Merienda. La alta sociedad de Goya no va a llevar capa.
El Greco pinta un gran lienzo del patrón San Martín (Obispo de Tours) quien parte con su espada un precioso paño verde para dárselo a un pobre desnudo que implora su caridad ante el frío.

U

n español con una capa y un caballo podría enfrentarse al mundo y conquistarlo», decían. Los españoles, claro. En fin, dejémoslo como una más de las tantas chulerías con las que suelen alimentar su vanidad los pueblos. Aunque puede que algo haya de cierto, sobre todo si pensamos en la capa y el caballo, tanto la prenda como en noble animal sugieren una estampa de gallarda majestuosidad capaz de conquistar el mundo, y de no lograrlo, dar media vuelta con un recio espoleo e, ignorando la pérdida, embozarse y galopar con la derrota a cuestas y la dignidad que otorga una capa al viento. Pocas prendas sobreviven a los avatares de las modas, algunas todavía viven su agonía en la casa común de la tradición y el acer­vo cultural, es decir: como folclorismos rayados en el disfraz (la parafernalia torera), artículos de colección o simple souvenir (el abanico), o un casticismo penitente y protocolario (la peineta y la mantilla). Este es su último suspiro. Aunque entre las sobrevi­vientes hay algunas que optan al raro privilegio de acceder a la vida eterna, logrando como último destino el verdadero parnaso del vestido, a saber: la etiqueta. El frac, el esmoquin, el chaqué...y la capa, se cuentan entre estas selectas elegidas para la gloria.

La capa española, concretamente la madrileña, es la mayor apor­tación española a la cultura de la elegancia. Pocas prendas tienen una tradición tan ricamente avalada. Inmortalizada por Velázquez, quien arropó de majestuosidad la clínica indigencia de Menipo, por Goya en La Maya y los embozados, prohibida y perseguida por real decreto (1767), la capa ha sufrido innumerables transformaciones -desde los hombros de pastores a arzobispos, de guerreros a em­peradores; hasta la actualidad para llegar im­pecablemente garbosa hasta una curiosa tienda del Madrid más cas­tizo: la casa Seseña. De todas las familias dedicadas a la confección de capas sólo queda la dinastía de los Seseña, y actualmente su nombre es a la capa lo que John Philips al traje inglés.

Todas las capas de Seseña están hechas con paño de Béjar, un paño de extraordinaria calidad. La lana, después de esquilada, es lavada, batida y teñida. Los artesanos de esta apacible región sal­mantina han procesado durante varias generaciones este paño, la lana es reducida a la mitad de su tamaño, dando ­un paño que nunca encoge, además de ser suaveme .Pero el verdadero logro de una capa de Seseña la capa de hombre está cortada en un círculo entero es siempre de medio-de forma que la prenda caiga en los hombros en pliegues alineados armónica y naturalmente . La capa masculina lleva esclavina una pequeña a la altura de los hombros, cuello bajo, embozo y con terciopelo granate, verde o negro. Lleva unos broches de origen salmantino sujetos al cuello , el objeto de rematar ornamentalmente la prenda,  nunca se cierra.Tanto el chaqué como la chistera, el frac o el que desviados de su fin originario, están bien tranquila: segado lujo de su destino, sólo la capa se revuelve dispuesta a sacar sólo a relucir su gloria en ocasione,s mas, a dormitar en el rigor protocolario o permanecer  inmortalizada en esas fotografías oficiales ilustres.

La capa mantiene todavía un tímido pie en la calle decidido en los salones. Lo de una buena capa todo momento en que la ostentación es una carta de presentacion.

 

Descripción de la capa

Se utiliza para su confección el paño tejido exclusivamente en el pue­blo de Béjar (Salamanca), cuya fama es mundialmente conocida por su característica y especial fabricación y en el cual las aguas de su río Cuerpo de Hombre, son las que dan las calidades de sus ricos tintes. Otra de las interesantes peculiaridades del paño de Béjar es que con­feccionada la capa como se hace al corte, no se deshilacha o vulgarmente dicho, no salen hilos.

La capa se compone de:

Cuello - Esclavina - Embozo - Contraembozo - Broches - Abertura e escusón y Vivo.

El emobozo y contraembozo son generalmente de terciopelo, y de dis­tintos colores, según el modelo de la capa.

Los broches.-Son dos, y es el adorno que remata la prenda. Son de filigrana salmantina; de cordón negro de seda; de plata; de oro; de brillantes; etc.

La capa suele llevar de los cuatro metros y medio a los cinco, en paño de doble ancho.

Ello según largura.

Tipos de capas.-Hay dos: la capa lista y la capa bordada, bien a mano o a máquina.

Colores de la capa.Pueden ser azul, negro, marrón o verde botella. Modelos de capa.-La Madrileña (que es la clásica), la Castellana la Andaluza.

Características principales de la capa Madrileña.       Tiene esclavina. cuello bajo, embozos de color granate y verde (que es lo clásico), o bien del color del paño de la misma capa, y su largo debe pasar dos dedos de la corva.

Características de la capa Castellana.-Su color clásico es el pardo o marrón.

Esclavina larga, cuello alto, embozos del mismo color, o sea, marrón. Esta capa no suele llevar vivo.

Los broches son grandes y el largo un poco más que la clásica Ma­drileña.

Características de la capa Andaluza.-Igual que la Madrileñas, so­lamente que lleva esclavina más corta, y su largo total, dedos más cortos..

 

 

 

Chueca, Federico (1846-1908)

Nació en madrid el 5 de Mayo de 1846. Sobre el comienzo de sus estudios musicales, el Diario de Madrid de 1855 nos informa de los exámenes celebrados en el Conservatorio el día 7 de mayo: "Entre estos (alumnos) ha llamado la atención un hermoso niño, llamado Federico Chueca, que contando poco más de nueve años de edad y seis meses de lecciones ha progresado maravillosamente, siendo pasmoso el aplomo y soltura con que este artista diminuto ejecuta en el piano algunas piezas bastante difíciles aun para personas de más edad y estudio. Los maestros y el público no han podido menos de expresar su admiración, prorrumpiendo en unánimes aplausos".

Tras terminar el Bachillerato, ingresa en la Facultad de medicina pero sin vocación. Allí y aprovechando las vacaciones crea una estudiantina que da conciertos gratuitos. Involucrado en el alboroto de estudiantes de la Noche de San Daniel en 1865 termina en la cárcel. Allí compone una serie de valses que titula Lamentos de un Preso. Barbieri cuando conoce esta producción queda prendada de ella, la arregla para orquesta y la incluye en los conciertos que dirige. Chueca halla entonces su camino, deja la Facultad por el Conservatorio y se propone triunfar como compositor.

El comienzo no fue fácil. Tuvo que trabajar como tantos de músico de café. Mas tarde será director de la Orquesta del teatro de Variedades. Pero su idea era componer zarzuela y por fin llega su primer estreno con Barbieri: ¡Hoy sale, Hoy...!. Ocasionalmente también colaborará con Bretón, pero quien habría de colaborar mayoritariamente con el es su inseparable Joaquín Valverde quien suplirá las deficiencias técnicas de Chueca y atenderá la instrumentación de sus composiciones.

Uno de sus mayores éxitos vino el 2 de julio de 1886 con el estreno de La Gran Vía. Los números de la zarzuela rápidamente saltaron a la calle y se conocieron por toda España. También sedujeron en Portugal, Italia, Inglaterra, Alemania, Estados Unidos y la América Española. Incluso fue traducida al francés y cuando se estrenó en París en 1896, alcanzó más de 500 representaciones.

Casi todas las zarzuelas de Chueca tenían un acto, sin embargo Cádiz, estrenada poco después de La Gran Vía, tuvo dos. Todos sus números fueron muy aplaudidos y causó delirio la Marcha que llegó durante algún tiempo a tener el honor de Himno Nacional. Sucediéronse los títulos y los triunfos: La Canción de la Lola, Vivitos y Coleando, Luces y Sombras, Agua y Cuernos, Caramelo, Medidas Sanitarias, La Alegria de la Huerta, El Año pasado por Agua, El Chaleco Blanco, La Caza del Oso o el Tendero de Comestibles, De Madrid a París (revista en la que se utilizaron algunos números para la obra posterior De Madrid a Barcelona, referente a la Exposicisión Universal en la Ciudad Condal), Las Zapatillas, Agua, Azucarillos y Aguardiente, El Bateo, El Mantón de Manila y el sainete póstumo Las Mocitas del Barrio.

La Canción de la Lola está considerada cronológicamente como la primera zarzuela del género chico y aún hoy en día son populares sus números: No me mates y Con el Capotín.

Este compositor representa lo castizo, lo popular, lo chispeante y aún hoy su música nos atrae y nos hace sentir cierta nostalgia. Como anécdota, Manuel de Falla interpretaba al piano de modo maravilloso lo más sobresaliente de la producción de Chueca cuando ya hacía más de 20 años que había muerto éste.

 

Al pasar por la plaza de Santo Domingo atrajeron su atención dos caballeros que discutían con calor inverosímil sobre lo absoluto. Iba uno de ellos elegante, vestido de levita y cubierto con refulgente chistera; llevaba lentes de oro y daba tono a su simpática fisonomía de hombre distinguido un pulcro y recortado bigote blanco. El otro, que se expresaba trabajosamente, dejaba caer de los hombros amplísima capa casi talar, ultrajada por el tiempo y respetada por los cepillos. El sombrero hongo, hundido hasta cubrir todo el occipucio, permitía ver una porción de amplia frente luminosa. Idos ojos de intensa y juvenil mirada rectificaban el error a que había convidado la contemplación de la barba hirsuta, poco familiarizada con el tocador, y de la nariz ligeramente enrojecida. El estudiante pasó varias veces por el lado de aquellos interlocutores, y luego siguió los pasos al hombre de la capa, cuyas palabras sueltas habíanle interesado vivamente.

El tiempo le descubrió aquellas personalidades, porque los interlocutores que el estudiante había topado en su camino se llamaban Juan Valera y Marcelino Menéndez Pelayo, insigne capista que esta inmortalizado con ella en escultura sedente en la planta noble de la Biblioteca Nacional.

La de Madrid es la más antigua de todas las Asociaciones de la Capa, data de 1928 y fuá fundada por D. Antonio Velasco Zazo, cronista de la Villa de Madrid, actuando como Presidente hasta 1960 en que muere, siendo ocupado su lugar por el Marqués de la Valdavia, Presidente de la Diputación de Madrid. Tras su muerte en 1969, es elegido como nuevo Presidente el popular fotógrafo Alfonso, que se ocupa de incrementar considerablemente el número de capistas que asciende a 400, tras 20 años bajo su presidencia, Fallece en 1990 dejando corno sucesor al empresario teatral D. Fernando Collado, capista de toda la vida y en inviernos. Siete años es Presidente, falleciendo a finales de 1996, pasando la actual presidencia al periodista, cronista de la villa y escritorRafael Flórez, el "Alfaqueque".

Se celebra el Día de la Capa el 11 de noviembre, festividad de San Martín de Tours, nuestro patrón. Las Patronas son la Virgen del Castañar de Béjar y Ntra. Sra. Real de la Almudena de Madrid. “El único inconveniente de Madrid en verano, es que por la noche refresca un poco”.Esta frase, recogida por José Montero Alonso en el Diccionario General de Madrid, y contada en repetidas ocasiones, en las tertulias que preside o a las que asiste, por Fernando Collado Hidalgo, se me vino a la memoria en esta calurosa noche de Agosto del dos mil tres donde estamos sufriendo una canícula de justicia. Estoy en la Plaza de la Villa, donde poco antes han sonado las campanadas de las doce de la noche. Solo, con mi cámara fotográfica, el trípode y las gotas de sudor que resbalan por mi frente, dispuesto a realizar unas fotos nocturnas. Es el verano más largo y caluroso del siglo, según los cronistas de la Villa. Aquella frase, pronunciada por el Marqués de la Valdávia, me hizo recordar antiguas efemérides madrileñas. Cuando en aquellos veranos de los sesenta paseaba las calles de la Villa con su canotier, buscando las aceras con sombra, disfrutando la tranquilidad de la ciudad medio desierta por quienes se habían marchado de veraneo a las costas o la sierra, pensaba en todas aquellas cosa que había hecho o tendría que hacer. «La Pañosa», acompañado de Manuel Machado, Julio Romero de Torres y «Alfonso», se refirió al auge de la capa en aquellas fechas del invierno del veintiocho ahora ya hace 75 años de la fundacion del a asociacion.. En el mes de Mayo de este año, se aprueban los Estatutos de la «La Capa», y Antonio se dedica a fomentar la asociación y los fines benéficos y altruistas de la misma, como la «ronda de pan y huevo». Sigo mi camino para retratar la Plaza del Conde de Barajas, donde estuvo el Tribunal de la Cruzada, y la calle de la Pasa, denominada así por las limosnas que se repartían desde al Palacio Arzobispal, entre ellas, puñados de pasas. Salgo a la calle de Segovia, esquina a la de San Justo por la que me adentro. Fotografío la fachada de la Sacramental de San Justo y continúo por la calle Sacramento, pasando por la Casa de Cisneros. En la década de los cincuenta aún no se le había dado el nombre a la calle de Madrid, ni siquiera se pensaba en la construcción de un aparcamiento a espaldas del Ayuntamiento. Antonio Velasco Zazo pasearía estas calles con el sabor de la historia en cada paso que diese y la tranquilidad de sosiego nocturno sólo roto por unas palmadas y el « ¡ Va! » de la contestación del sereno. El Madrid, de los cincuenta tan querido por él, y tan desvirtuado hoy en muchas de las obras progresistas que hemos de padecer. La Capa, después de una larga época de inactividad, resurgió de nuevo y de la misma mano de su creador, Antonio, con entrevistas en Radio Nacional y reuniones en Chicote y en el estudio de Alfonso. Sigo mi camino viendo los mosaicos del Restaurante de La Quinta del Sordo, hasta llegar a la escalinata del Pretil de los Consejos, por el antiguo edificio dula Capitanía General, y que hoy se denomina Escalinata del Fotógrafo Alfonso. Allí en aquella escalinata, cuando Antonio Velasco Zazo la recorriese no podría imaginar tampoco que su sucesor en la presidencia del Capa, Alfonso Sánchez Portela, daría su nombre a aquel lugar. Allí se pararía a pensar en las noches de frío, al abrigo de su capa, en su Madrid que de nuevo iba renaciendo a la vida de gran ciudad al mismo tiempo que La Capa volvía a recoger el rumbo perdido durante tantos años. Allí, Antonio Velasco Zazo, Comendador de la Ordenes de Isabel la Católica, Alfonso XII y Alfonso X El Sabio, Medalla de Madrid, Decano de los Cronistas de la Villa, autor de novelas, obras de vulgarización, artículos y charlas radiofónicas, hombre de acción y sobre todo el gran valor humano que desarrolló como persona, quedaría asombrado de los cambios que ha sufrido su ciudad, de no habernos abandonado en mil novecientos sesenta a los setenta y seis años de edad. ¡Bendito sea Dios! Absorto en mis pensamientos no he seguido haciendo las fotos que quería hacer. Bueno, mañana será otro día. Me voy a casa y por el camino seguiré recordando la vida y las realizaciones de estos hombres que vivieron para sí y para los demás, dando siempre algo de su propia vida para beneficio de sus amigos y su Madrid. Y de La Capa. La historia, la leyenda y las imágenes visuales en forma de retratos históricos o frescas fotografías, nos han dejado pruebas de que la han usado gentes de todas las clases sociales; entre los que alcanzaron fama, poder o gloria podemos mencionar: Felipe II, Felipe IV, Lope de Vega, Quevedo, Goya, Don Ramón de la Cruz, Leandro Fernández Moratín, Fernando VII, Martínez de la Rosa, Bravo Murillo, José de Larra, Espronceda, Zorrilla. Más recientes Julio Romero de Torres, Manuel Machado, los hermanos Alvarez Quintero, Eduardo Marquina, los maestros Federico Chueca y Serrano y en la actualidad Cela o nuestro Rey Juan Carlos, que escogió esta prenda para presentar su biografía, como vemos en los escaparates de las librerías. Si dentro de España la lista de capistas ilustres es interminable, en el exterior crece constantemente cuando otros amigos tienen la oportunidad de verla lucirse sobre sus hombros. Así, sabemos que los armarios de la señora Clinton en la Casa Blanca albergan una envidiable colección de tipos y colores, famosos del cine lucen sus capas en las galas de Hollywood, los toreros la visten de paño fuera de los ruedos, las embajadas le dan un tratamiento de cortesía para Personalidades de Estado y afortunadamente cada día crece más en las calles el número de entusiastas que se niega a dejar arrinconada una prenda cuya elegancia y eficacia compite con el utilitarismo de los modernos gabanes, tres cuartos, cazadoras, gabardinas o similares. Solo un enemigo de la Capa se ha registrado en toda la Historia, primero no era español y segundo no está claro que realmente fuera su enemigo; me refiero al Marqués de Esquilache, el valido de Carlos III, que la prohibe larga (con el sombrero de ala ancha), y por razones de policía urbana, el 23 de Marzo de 1766. A los pocos días, el Domingo de Ramos, se produjo el famoso "motín de Esquilache" que tan caro le costó. La revisión científica del hecho confirma que la Capa solo fue la disculpa tras la que se escondían motivos económicos y de alta política. Si después de estas pruebas, no se luce la Capa como debiera, está claro que le falta MARQUETING y que pasó la época "del buen paño en el arca se vende", como lo demuestra la TV que ofrece, y a qué precio, las marcas de postín que nuestros hijos nos piden. Por eso repito el llamamiento: Sacar las Capas del arca, airearlas de la rancia naftalina y lucirlas para que alcancen el lugar que se merecen.

 

 

La fabricación

La capa española lleva un trato muy especial en la fabricación. En sus orígenes después de lavar las lanas se pasaba al tintado de las mismas. Es confeccionada en diferentes tonos: en negro y en "azul tina". Para conseguir este color se utilizaba miel de romero y orín. El proceso del tintado se llevaba a cabo en grandes artesas de madera hechas con duelas o en tinas. Una vez tintada la lana se pasaba a su fabricación.

Primero se hilaba, en un principio a mano, después en rústicas máquinas, luego en tornos semi-mecánicos y actualmente en selfactinas ultra modernas. A continuación se tejían en los telares de braceros, en un primer momento, luego en telares de garrote, después extendiéndose a otros más modernos y automáticos hasta llegar a los actuales que son muy sofisticados.

Para finalizar la fabricación se acababan las capas en unos batanes muy característicos y por procedimientos rústicos para enfurtir estos paños a base de un gran rodaje en agua de las telas, que después se trataban con cardillos silvestres para percharlas, tal y como hoy se hace, para sacarlas el pelo, que se igualaba después con una operación que se llama "tundido", así se logra el pelo que da ese tono único a las capas de Béjar.

El secado de las piezas se hacía, al igual que en la actualidad, al aire libre y al sol, consiguiendo así un acabado insuperable y único. Una vez realizados todos estos pasos ya podemos confeccionar la capa. Las técnicas actuales se compaginan con algunas de las antiguas y se consiguen unas prendas únicas.

La Capa:

Los promotores fueron los Duques de Béjar cuando crearon la Industria Textil Lanera hace más de seiscientos años en Béjar (Salamanca). Poseían enormes rebaños de ovejas y, en época del esquileo, por los meses de abril o mayo, una vez hecha la pelada, lavaban las lanas en el río. Comprobaron que el agua del rió de Béjar, el río Cuerpo de Hombre, era excepcional para el lavado y para el tintado. El lavado era fino, sedoso y dulce en la lana y el tinte se mantenía sólido y permanente. Los Duques de Béjar dedicaron una cuidada atención a esta Industria Textil, y dado el gran consumo de capas, se dedicaron por completo a la fabricación de este artículo.

La Capa española , muy utilizada hasta principios de siglo XX. La capa ha estado presente en diversos momentos de la historia. La capa española es tan antigua como la historia de nuestro país. "la capa durante siglos ha sido una indumentaria de respeto que marcó la tradición del hombre, para asistir a cualquier acto social o religioso de cierta categoría (...)"

Una de sus manifestaciones más conocidas, dentro de los acontecimientos que han marcado la historia es en el Motín de Esquilache consistía en unas conmociones populares que tuvieron lugar en Madrid y en provincias españolas en la primavera de 1766. En la capital el motín estalló en Semana Santa, el 23 de marzo de 1766, los sublevados saquearon la residencia del ministro Esquilache bajo el grito de ¡Muera Esquilache.! Fueron producidos por causas profundas (carestías, subidas de precios, xenofobia contra gobernantes extranjeros); el desencadenante fue la aplicación drástica de reformas en el uso de las capas y los sombreros. Se prohibía su uso de la capa larga y del sombrero debía ser sustituido por el de tres picos. Carlos III tuvo que capitular ante los amotinados y deponer al ministro marqués de Esquilache. El día 25 el pueblo en armas, dueño de Madrid, se amotinaba de nuevo exigiendo la vuelta del monarca, que había huido a Aranjuez. El rey prometió el retorno En casi todas las provincias, en las semanas siguientes, tuvieron lugar conmociones locales contra la administración. Las más violentas fueron las ocurridas en el País Vasco (Vascongadas en la época), Cuenca, Zaragoza. Los amotinados expusieron al monarca sus peticiones entre las que estaba ala derogación de las disposiciones de la indumentaria . También aprovecharon para conseguir también fines políticos, como la prohibición de nombrar altos cargos extranjeros.

Motín de Esquilache. El pueblo de Madrid se levanta contra la orden del Marqués de Esquilache, ministro de Carlos III, al prohibir, por motivos de seguridad, los sombreros de ala ancha y las capas de largo embozo.

Moda anterior al edicto de Esquilache. El atuendo del hombre daba lugar a múltiples confusiones en caso de reyertas, por no dejar más que los ojos al aire.

Nobles y ceremoniosos resultan los españoles de cualquier condición con este atuendo, que ha merecido siempre los honores de ser retratados, como símbolo de hidalguía hispana, por nuestro pintores españoles más conocidos. Desde Velázquez a Goya y desde Goya hasta nuestro días, la capa ha sido retratada sobre los personajes hispanos más ilustres. En la primera mitad de nuestro siglo Sorolla , Zuloaga y Zubiaurre nos han dejado entre sus grandes creaciones multitud de escenas con respetables labriegos arropados con solemnes y largas capas. La capa ha contribuido a la identificación del hombre hispano, tanto que Veláquez y Murillo amparan en las capas las desgraciadas figuras de sus bufones o mendigos. Con la capa siempre en escena representaba también la autoridad.

En Velázquez encontramos obras donde aparecen personajes muy distintos. Velázquez viste a la corte, a la alta administración y a la nobleza. Destacan:

Zuloaga retrató muchos de nuestros defectos con el ánimo de que fueran el revulsivo que llevara a superarlos, al pintor vasco se le ha llegado a acusar de servir al público foráneo una pintura literaria y amañada, cargada de tópicos afines con la imagen que en el extranjero se tenía de nosotros. Para estos fines pintaba a los personajes con la capa pero con la distinción entre un personaje noble El cristo de la Sangre o un mendigo o bufón.

Goya es quien caracteriza a sus personajes otorgándoles unos ropajes que hace reconocible su clase, en otros casos, la capa hace las funciones de manta campestre o mantel popular. El motín de Esquilache y otras revueltas del pueblo, que con capa en ristre tienen su representación en a cuadros de este autor. Así pueden verse en diversas obras a los Majos y los chisperos con capas de diversos colores, como en Jugadores de Naipes, El Cacharrero, La Cita, La pradera de San Isidro, Los Zancos, La Merienda. La alta sociedad de Goya no va a llevar capa.

El Greco pinta un gran lienzo del patrón San Martín (Obispo de Tours) quien parte con su espada un precioso paño verde para dárselo a un pobre desnudo que implora su caridad ante el frio.

La Capa Española es protagonista de una abundante literatura durante el siglo de oro y aun en épocas más recientes llega hasta D. Benito Pérez Galdós, Benavente, D. Ramón del Valle Inclán. D. Pedro Crespo, Alcalde de Zalamea, el ciego del Lazarillo, El caballero de Olmedo, D. Gil de las Calzas Verdes, y tantas otras novelas de capa y espada que bien merecen una investigación las profusas obras de Lope, Cervantes, Calderón o Quevedo.

Personajes

La historia, la leyenda y las imágenes visuales de retratos y fotografías, nos han dejado pruebas de personajes, de diferente clase sociales, que han usado la capa:

Felipe II, Felipe IV, Lope de Vega, Quevedo, Goya, D. Ramón de la Cruz, Leandro Fernández Moratín, Fernando VII, Martínez de la Rosa, Bravo Murillo, José de Larra, Espronceda, Zorrilla. Más recientes Julio Romero de Torres, Manuel Machado, los hermanos Alvarez Quintero, Eduardo Marquina, los maestros Federico Chueca y Serrano y en la actualidad Pierce Brosnan, Jaime de Marichalar y el Rey Juan Carlos I, Juan Pablo II o Benedicto XVI.

La capa ha estado presente en diferentes momentos de la historia; es el Marqués de Esquilache, el valido de Carlos III, que la prohibe larga (con el sombrero de ala ancha), y por razones de policía urbana, el 23 de Marzo de 1766. Pocos días después, el Domingo de Ramos, se produjo el famoso "motín de Esquilache" que tan caro le costó.

 

 

 

 

 

 

 

 

ELOGIO DE LA CAPA Y LOS CAPISTAS

Hay algo de mis Madriles en esa prenda garbosa. Viste y, a la vez, inviste del casticismo que evoca. Que castizos madrileños son los que en capa se embozan, hayan nacido o no aquí. Que la capa tapa y toca con algo de los Madriles al que con capa se arropa y el envés de terciopelo sobre sus hombros coloca. Me diréis: ¿Sólo Madrid? No. La capa es española,pero Madrid, que es España, a su estilo la acomoda y hace parte de su ser. Si hasta a Cibeles, la diosa, hace bajar del Olimpo y, como a gallarda moza, pone en su piedra la capa que la hace humana y la adorna. Anales de mis Madriles... Y hasta un motín en su historia por defender de Esquilache la recia Capa Española!

 

El Actor Tordesillas y Chicote en la Pza Mayor

 

 

C/ Alcala Madrid S.XX

El Alcalde Pedro Rico en el Palacio Real . Enero 1932

La Cibeles con la Capa

El Greco; San Martin de Tours nuestro patron 11 de noviembre

 

SAN MARTÍN DE TOURS


 Obispo de Tours (Francia), (Sabaria,Panoia 316-Candes, Turena, 397). Hijo de un tribuno militar, se alistó en la milicia a los quince años; se hizo bautizar a los dieciocho en Amiens, donde según la tradición, partio su capa con un pobre. Fue exorcista en Poitiers, junto a San Hilario, que le ordenó sacerdote; posteriormente se retiró a Ligugé, donde se le unieron algunos discípulos, y su fama se extendió por toda la Galia.

Martín de Tours es uno de los santos que más templos tiene dedicados en todo el planeta. Solamente en la diócesis de Girona, ya hay 50 iglesias que le tienen como patrón (incluidas las parroquias). Pero este número, lógicamente no es nada comparado con las más de 3.500 parroquias que tiene dedicadas en Francia. La devoción a San Martín de Tours está extendida en todo el mundo: Francia y Alemania encabezan la lista, pero también en Catalunya y en España y en otros países en general, su vida ha hecho época.

Martín y la capa

San Martín de Tours nació en en Hungría en el año 316 aunque toda su educación la recibió en Pavia (Italia). Ya desde muy joven sintió un cariño especial al tema religioso, pero a los 15 años se vió obligado a entrar en el ejército, sirviendo a caballo en la guardia imperial romana. Es en este periodo cuando surge una de las historias más bellas y más conocidas de nuestro santo. Un dia de invierno muy frío, la tropa romana entró en la ciudad francesa de Amiens. Allí, Martín encuentra a un pobre desnudo que le implora caridad, y no teniendo monedas para darle, Martín sacó la espada, cortó la capa que llevaba por el medio y le dio la mitadl a aquél pobre hombre. Fue objeto de burlas por parte de sus compañeros, pero la acción caritativa fue dulcemente recompensada, ya que la tradición cuenta que aquél mismo día por la noche, vio en sueños a Jesucristo vestido con el mismo trozo de tela que había dado al mendigo.

El Joven Martín

El joven soldado del César Juliano, Martín, del que todo el mundo recuerda el suceso de la capa partida, se encontraba con las legiones que el César había concentrado en la ciudad de Worms preparando la ofensiva contra los bárbaros que habían penetrado en las Galias. Corría el año 356.
Para levantar, de manera convincente, la moral de los soldados, el César decidió dar un donativo a sus tropas (los incentivos económicos aumentaban el ardor de los soldados en la batalla). En medio de las legiones alineadas en perfecto orden, cada soldado recibía el dinero que con generosidad daba Juliano. Fue entonces cuando Martín renunció a llevar armas. Aproximándose a Juliano le dijo: "Hasta ahora, César, he luchado por ti; permite que ahora luche por Dios. El que tenga intención de continuar siendo soldado que acepte tu donativo; yo soy soldado de Cristo, no me es lícito seguir en el ejército".

Juliano pensó que aquel momento, en medio de una operación militar, no era el más oportuno para acceder a tan singular petición (singular para un emperador romano, claro está). No podía permitir entre sus tropas ni la deserción ni la desensión. Pero, hábil como era, pretendió desautorizar a Martín entre sus compañeros porque su ejemplo bien podía extenderse si trataba el asunto según la estricta disciplina militar (es decir, ejecutándolo). Así pues, el César, le contestó: "Tú sabes que el combate está pronto, los bárbaros nos atacarán mañana y hemos de responder con contundencia, la seguridad del Imperio peligra. Tu actitud, querido Martín, parece que está más motivada por el miedo que por tus convicciones religiosas. Dices ser cristiano, es decir, un cobarde. Tienes miedo de enfrentarte al enemigo".

Martín escuchaba con paciencia, sabía que Juliano era un buen comandante, erudito en los negocios de la guerra y de la filosofía. Su ataque contra el cristianismo era hábil. Si no respondía con habilidad, sus compañeros de armas se reirían de él, y, lo que era peor, de Cristo. Pero no tuvo que pensar mucho rato (el Espíritu Santo ayuda en esos casos), la respuesta le salió rauda del corazón:

"Muy bien! Dices que soy un cobarde. Pues mañana, al amanecer, cuando sitúes tus legiones en orden de combate, déjame en primera línea, sin armas, sin escudo y sin casco y me internaré tranquilo en las filas enemigas. Así te probaré mi valor y mi fidelidad y te demostraré que el miedo que tengo no es a morir sino a derramar la sangre de otros hombres".

Así se acordó. Pero el gesto no fue necesario. Los bárbaros, por la mañana, pidieron la paz. Las crónicas anotaron que los bárbaros no se atrevieron a enfrentarse a la pericia militar de Juliano (después llamado el Apóstata por otras crónicas). Pero algunos legionarios afirmaron que lo que realmente les espantó fue el haber sabido, gracias a sus espías, que los romanos estaban tan seguros de la victoria que muchos soldados acudirían al combate sin armas.

Así fue como Martín, más tarde conocido como San Martín de Tours, obtuvo la licencia, vencedor por dos veces, pues él no combatió ni se había derramado sangre humana.

 Su vida pastoral

Ya libre del ejército, nuestro santo se bautizó y se dirigió a Poitiers para unirse a los discípulos de San Hilario. Allí empezó su vida dedicada a Cristo, a través de las enseñanzas de este ilustre santo. Después de conocer las principales virtudes cristianas y de pasar unos dias en su ciudad natal, se dirigió a Milán. Al cabo de unos años se retiró a una pequeña isla cerca de Génova, llevando una vida eremítica de silencio y austeridad. Pero San Hilario le pidió que regresara a Poitiers y allí fundó un monasterio, concretamente en la localidad de Ligugé. En el año 370 es consagrado obispo de Tours. Uno de sus primeros actos fue fundar otro monasterio, el de Marmoutiers. Durante su estancia en Tours luchó contra el paganismo, la adoración a falsos ídolos y contribuyó especialmente en la divulgación de la fe cristiana, aunque esto no siempre le fue fácil. Tuvo a todas las personas amantes del lujo, encontró a personas pobres de fe e incluso a sacerdotes que no veían con buenos ojos aquella vida de austeridad del santo.

Mas tradiciones y leyendas

San Martín de Tours es un personaje al cuál se le han relacionado toda una multitud de tradiciones y leyendas.

-En diferentes estampas, sale a veces la figura de un ganso. Y es que ... Martín, lleno de humildad, no aceptó en un primer término ser obispo de Tours. Rehuyendo del nombramiento se ocultó en un escondrijo, pero no le sirvió de nada, ya que fue delatado por el ruido de un ganso. Se ve que el pobre animalito no paraba de dar graznidos! Allí lo encontraron unos eclesiásticos y le convencieron.

-Se dice también que en Tours quiso cortar una encina a la que veneraban los paganos. Ellos le dijeron que lo podía hacer siempre y cuando el árbol cayera encima de él. Ni corto ni perezoso, Martín cortó la encina y, cuando iba a caer sobre su cuerpo, levantó la mano, hizo la señal de la cruz y el árbol cayó rápidamente al lado opuesto.

-Y también se explica que un día, mientras oraba en su celda, se le apareció un rey con una prendas de púrpura, una diadema de oro y piedras preciosas sobre su cabeza, y unos zapatos de oro. El rostro era muy puro y atrayente. Aquella figura le preguntó a San Martín: "Martín, ¿me reconoces?. Después de unos segundos de silencio, aquella extraña persona le dijo: "Soy Cristo y quería presentarme ante ti". Pero... Martín ni caso. "¿Cómo puedes dudar?", le preguntó aquella figura. Entonces nuestro santo le respondió: "Cristo no ha de volver envuelto en púrpura y en oro. Solamente te haré caso si me muestras tus llagas". Rápidamente, aquél "fantasma" desapareció y la celda se llenó de humo y azufre, elementos que delataron a aquel curioso visitante.

Su último respiro

Martín de Tours falleció en uno de los sitios más bellos de Francia, en Candes. Sus discípulos, que querían estar con él hasta el último momento, le pedían que continuara viviendo, ya que si no lo hacía, su rebaño quedaría expuesto a grandes peligros. Él contestó: "Señor, si aún soy necesario, no rehusó continuar viviendo. Que tu voluntad se realice plenamente". Y antes de dar el último respiro, se dirigió a sus discípulos con estas palabras: "Dejadme, hermanos, mirar al cielo más que a la tierra para dirigir desde ahora mi alma por el camino que debe conducirla hacia el Señor". Era el año 397.

Onomástica y patronazgo

Su onomástica es el 11 de noviembre. Es el patrón por excelencia de los soldados y junto a San Francisco de Asís de los tejedores y fabricantes textiles. Le pueden pedir amparo los mendigos. Es el patrón de Francia y Hungría y de diferentes ciudades, entre ellas: Amiens, Avignon, París y Utrech. En Girona, es el patrón del Seminario diocesano.

  

    Su conmemoración se celebra el once de Noviembre, y como aquí se dice " a cada chon le llega su San Martín", en referencia a que esta es la época en que se hace la matanza de cerdos, aunque en los barrios que celebran esta fiesta, debido a las características ganaderas, se celebra con la matanza de una cabra, que se come en familia.

    También a esta época se le llama "veranillo de San Martín", porque son unos días en los que las condiciones atmosféricas cambian completamente y empieza a soplar un viento sur denominado también castañero que como su nombre indica, la temperatura se eleva y hace caer las castañas de lo árboles.
 

 

 

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