ORÍGENES ACTUALES

  Los promotores fueron los Duques de Béjar cuando crearon la Industria Textil Lanera hace más de seiscientos años en Béjar (Salamanca). Poseían enormes rebaños de ovejas y, en época del esquileo, por los meses de abril o mayo, una vez hecha la pelada, lavaban las lanas en el río. Comprobaron que el agua del rió de Béjar, el río Cuerpo de Hombre, era excepcional para el lavado y para el tintado. El lavado era fino, sedoso y dulce en la lana y el tinte se mantenía sólido y permanente. Los Duques de Béjar dedicaron una cuidada atención a esta Industria Textil, y dado el gran consumo de capas, se dedicaron por completo a la fabricación de este artículo.

LA CAPA

Prenda de vestir larga, suelta, sin mangas y abierta por delante que se sujeta al cuello y cubre casi todo el cuerpo, ensanchándose gradualmente hacia la parte inferior que sirve para poner encima del vestido. Se llama “española” o “pañosa” a la de hombre, de paño, amplísima de vuelo y con unas bandas de terciopelo de color vivo como forro en los bordes delanteros.

Modismos:

Andar (o ir o estar) de capa caída. Padecer gran decadencia en bienes, fortuna o salud.
Capa rota. Persona que se envía disimuladamente para algún negocio de consideración.
De capa y gorra. Con traje de llaneza y confianza.
Defender a capa y espada. Proteger a una persona con todos los medios posibles.
Derribar la capa. Echarla hacia la espalda, desembarazando la acción de brazos y piernas.
Echar (o hacer) la capa a alguien. Ocultar los defectos de una persona, ampararla.
Echar la capa al toro. Intervenir en un asunto en favor de otra persona.
Hacer de su capa un sayo. Obrar según su propio albedrío y con libertad en cosas o asuntos que sólo a ella pertenecen o atañen.
Pasear la capa. Callejear.
Sacar la capa. Justificarse o argüir bien en algún trance apretado.
Salir de capa de raja. Pasar de trabajos y miserias a mejor fortuna.
Tirar de la capa. Advertir a una persona de algún mal, defecto o peligro para que no caiga en él.

 

Sinónimos:

Mantón: Pañuelo grande de abrigo
Manto: Prenda de vestir amplia, semejante a la capa, que cubre la cabeza, los hombros y parte del vestido
Herreruelo: Capa no muy larga, con cuello y sin esclavina. (Ferreruelo)
Capuz: Vestidura antigua, larga y holgada, con capucha.
Capote: Prenda de abrigo semejante a la capa, con mangas, un agujero para meter la cabeza y menor vuelo
Palio: Antigua prenda de vestir semejante a un manto que llevaban los griegos sobre la túnica prendida con un broche.

 

 

 

 

Descripción de la capa

Se utiliza para su confección el paño tejido exclusivamente en el pue­blo de Béjar (Salamanca), cuya fama es mundialmente conocida por su característica y especial fabricación y en el cual las aguas de su río Cuerpo de Hombre, son las que dan las calidades de sus ricos tintes. Otra de las interesantes peculiaridades del paño de Béjar es que con­feccionada la capa cuando se hace el corte, no se deshilacha o vulgarmente dicho, no salen hilos.

La capa se compone de:

Cuello - Esclavina - Embozo - Contraembozo - Broches - Abertura e escusón y Vivo.

El embozo y contraembozo son generalmente de terciopelo, y de dis­tintos colores, según el modelo de la capa.

Los broches.-Son dos, y es el adorno (ya que no deben usarse) que remata la prenda. Son de filigrana salmantina; de cordón negro de seda; de plata; de oro; de brillantes; etc.

La capa suele llevar de los cuatro metros y medio a los cinco, en paño de doble ancho.

Ello según largura.

Tipos de capas.-Hay dos: la capa lisa y la capa bordada, bien a mano o a máquina.

Colores de la capa. Pueden ser: azul, negro, marrón o verde botella.

Modelos de capa.-La Madrileña(un poco por debajo de la corba), la Castellana (a la altura del tobillo) la Andaluza.( mas corta que la Madrileña)

Características principales de la capa Madrileña.       Tiene esclavina. cuello bajo, embozos de color granate y verde (que es lo clásico), o bien del color del paño de la misma capa, y su largo debe pasar dos dedos de la corva.

Características de la capa Castellana.-Su color clásico es el pardo o marrón.

Esclavina larga, cuello alto, embozos del mismo color, o sea, marrón. Esta capa no suele llevar vivo.

Los broches son grandes y el largo un poco más que la clásica Ma­drileña.

Características de la capa Andaluza.-Igual que la Madrileñas, so­lamente que lleva esclavina más corta, y su largo total, dedos más cortos..

 

 

La fabricación

La capa española lleva un trato muy especial en la fabricación. En sus orígenes después de lavar las lanas se pasaba al tintado de las mismas. Es confeccionada en diferentes tonos: en negro y en "azul tina". Para conseguir este color se utilizaba miel de romero y orín. El proceso del tintado se llevaba a cabo en grandes artesas de madera hechas con duelas o en tinas. Una vez tintada la lana se pasaba a su fabricación.

Primero se hilaba, en un principio a mano, después en rústicas máquinas, luego en tornos semi-mecánicos y actualmente en selfactinas ultra modernas. A continuación se tejían en los telares de braceros, en unprimer momento, luego en telares de garrote, después extendiéndose a otros más modernos y automáticos hasta llegar a los actuales que son muy sofisticados.

Para finalizar la fabricación se acababan las capas en unos batanes muy característicos y por procedimientos rústicos para enfurtir estos paños a base de un gran rodaje en agua de las telas, que después se trataban con cardillos silvestres para percharlas, tal y como hoy se hace, para sacarlas el pelo, que se igualaba después con una operación que se llama "tundido", así se logra el pelo que da ese tono único a las capas de Béjar.

El secado de las piezas se hacía, al igual que en la actualidad, al aire libre y al sol, consiguiendo así un acabado insuperable y único. Una vez realizados todos estos pasos ya podemos confeccionar la capa. Las técnicas actuales se compaginan con algunas de las antiguas y se consiguen unas prendas únicas.

La Capa:

La Capa española, muy utilizada hasta principios de siglo XX. La capa ha estado presente en diversos momentos de la historia. La capa española es tan antigua como la historia de nuestro país. "la capa durante siglos ha sido una indumentaria de respeto que marcó la tradición del hombre, para asistir a cualquier acto social o religioso de cierta categoría (...)"

Tenemos noción de que los romanos adoptaron la sagún celtíbera, capa abierta en los costados y sujeta con una fíbula en el hombro, y los árabes nos dejaron su albornoz, capote cerrado con capucha. 

Allá por la Edad Media, la capa era manto obligado de todos los estamentos: capuces para los guerreros, tabardos y lobas para los nobles, capas magnas para los religiosos y capotillos de aldas para los campesinos.

En el siglo XVI, la capa era signo y medida exterior del linaje: cuanto más cortas, mayor nobleza se le suponía al portador; así, al rey se la remataban en la cintura, los gentiles hombres la cortaban a medio muslo, los artesanos y menestrales en las rodillas y los villanos en los pies. Coroza o Capa de Lluvia Maceda, Ourense.

En el siglo XVII, todavía pervive el ferreruelo, capita corta que solía o terciarse galanamente sobre un hombro, pero también hacen moda otras muchas capas y mantos. Anguarina, Calatañazor, Soria.

El siglo XVIII nos trajo dinastía borbónica y gustos franceses: las capas cortesanas se fabrican con tejidos más ligeros y de más vivos colores.  La longitud de la tela se hace cuestión de estado y hasta provoca un motín popular contra un ministro ilustrado: Esquilache.   La influencia no llega a campesinos y pastores, que siguen con sus anguarinas de lana o paño grueso para celar los fríos, o sus corozas de paja para escudarse de las lluvias.

Una de sus manifestaciones más conocidas, dentro de los acontecimientos que han marcado la historia es en el Motín de Esquilache consistió en unas revueltas populares que tuvieron lugar en Madrid y en provincias españolas en la primavera de 1766. En la capital el motín estalló en Semana Santa, el 23 de marzo de 1766, los sublevados saquearon la residencia del ministro Esquilache bajo el grito de ¡Muera Esquilache.! Fueron producidos por causas profundas (carestías, subidas de precios, xenofobia contra gobernantes extranjeros); el desencadenante fue la aplicación drástica de reformas en el uso de las capas y sombreros (acortó el largo de las capas y las alas de los sombreros). Carlos III tuvo que capitular ante los amotinados y deponer al ministro marqués de Esquilache. El día 25 el pueblo en armas, dueño de Madrid, se amotinaba de nuevo exigiendo la vuelta del monarca, que había huido a Aranjuez. El rey prometió el retorno. En casi todas las provincias, en las semanas siguientes, tuvieron lugar revueltas locales contra la administración, las más violentas fueron las ocurridas en el País Vasco (Vascongadas en la época), Cuenca, Zaragoza. Los amotinados expusieron al monarca sus peticiones entre las que estaba la derogación de las disposiciones de la indumentaria . También aprovecharon para conseguir también fines políticos, como la prohibición de nombrar altos cargos extranjeros.

Nobles y ceremoniosos resultan los españoles de cualquier condición con este atuendo, que ha merecido siempre los honores de ser retratados, como símbolo de hidalguía hispana, por nuestros pintores españoles más conocidos. Desde Velázquez a Goya y desde Goya hasta nuestros días, la capa ha sido retratada sobre los personajes hispanos más ilustres. En la primera mitad de nuestro siglo Sorolla , Zuloaga y Zubiaurre nos han dejado entre sus grandes creaciones multitud de escenas con respetables labriegos arropados con solemnes y largas capas. La capa ha contribuido a la identificación del hombre hispano, tanto que Veláquez y Murillo amparan en las capas las desgraciadas figuras de sus bufones o mendigos. Con la capa siempre en escena representaba también la autoridad.

En Velázquez encontramos obras donde aparecen personajes muy distintos. Velázquez viste a la corte, a la alta administración y a la nobleza. Zuloaga retrató muchos de nuestros defectos con el ánimo de que fueran el revulsivo que llevara a superarlos, al pintor vasco se le ha llegado a acusar de servir al público foráneo una pintura literaria y amañada, cargada de tópicos afines con la imagen que en el extranjero se tenía de nosotros. Para estos fines pintaba a los personajes con la capa pero con la distinción entre un personaje noble El cristo de la Sangre o un mendigo o bufón.  

Goya es quien caracteriza a sus personajes otorgándoles unos ropajes que hace reconocible su clase, en otros casos, la capa hace las funciones de manta campestre o mantel popular. El motín de Esquilache y otras revueltas del pueblo, que con capa en ristre tienen su representación en a cuadros de este autor. Así pueden verse en diversas obras a los Majos y los chisperos con capas de diversos colores, como en Jugadores de Naipes, El Cacharrero, La Cita, La pradera de San Isidro, Los Zancos, La Merienda. La alta sociedad de Goya no va a llevar capa.

El Greco pinta un gran lienzo del patrón San Martín (Obispo de Tours) quien parte con su espada un precioso paño verde para dárselo a un pobre desnudo que implora su caridad ante el frio.

La Capa Española es protagonista de una abundante literatura durante el siglo de oro y aun en épocas más recientes llega hasta D. Benito Pérez Galdós, Benavente, D. Ramón del Valle Inclán. D. Pedro Crespo, Alcalde de Zalamea, el ciego del Lazarillo, El caballero de Olmedo, D. Gil de las Calzas Verdes, y tantas otras novelas de capa y espada que bien merecen una investigación las profusas obras de Lope, Cervantes, Calderón o Quevedo.

En el siglo XIX, triunfa definitivamente la que ha venido en llamarse capa española, en sus cuatro variantes más conocidas: La Madrileña o pañosa, con esclavina, cuello bajo y embozo de terciopelo de colores, en terciopelo verde y rojo. La Castellana o parda, de paño pardo o marrón sin vivos y con grandes broches; la Catalana, de amplios vuelos y capilla galoneada y la andaluza, de esclavina más corta y de menor longitud. De todas ellas, se ha hecho timbre de honor el saber llevarla.

Al decir de sus fieles devotos, la capa es talmente como un caballo que tiene que compenetrarse con el jinete para enredarse los dos en majeza.   El gabán se pone, pero la capa se lleva.  Sólo hace falta echarle a sus pliegues una miaja de prestancia y otra de alegría, para que ella solita se encandile y regale donaire y salero.

La capa, esa atmósfera de tela ondulante y obsequiosa, es memoria tejida de nuestra historia. Evoca ritos ancestrales, mantos senatoriales, tercios guerreros; tiene aromas de estudiantes que corrían la tuna en Palencia o Salamanca y trae recuerdos de intrigas y embozados en la corte de los Felipes; saca color y buen aire de las faenas toreras y se torna en rico brocado sobre las vírgenes de las procesiones; es peto y espaldar para campesinos y pastores, arrebato volandero en los jinetes y cobertura sobria de penitentes y cofrades; comporta el buen porte de los próceres, escondía la bolsa ruin de los hidalgüelos y abrigaba los cuerpos tenaces de los peregrinos, en su visita al señor Santiago.

Nuestras capas han cubierto apariencias, revestido dignidades y aplazado tiriteras y desazones.  Daban revocos de brillo a los esqueletos gallardos, pero también disimulaban la facha de los que movían huesos torpes y mal encajados.  Han servido como alfombra galante, como paño de lágrimas o como manta retozona para un arrebato urgente y carnal.

 

  

 

La historia, la leyenda y las imágenes visuales de retratos y fotografías, nos han dejado pruebas de personajes, de diferente clase sociales, que han usado la capa:

Felipe II, Felipe IV, Lope de Vega, Quevedo, Goya, D. Ramón de la Cruz, Leandro Fernández Moratín, Fernando VII, Martínez de la Rosa, Bravo Murillo, José de Larra, Espronceda, Zorrilla. Más recientes Julio Romero de Torres, Manuel Machado, los hermanos Alvarez Quintero, Eduardo Marquina, los maestros Federico Chueca y Serrano y en la actualidad Pierce Brosnan, Jaime de Marichalar y el Rey Juan Carlos I, Juan Pablo II o Benedicto XVI.

La capa ha estado presente en diferentes momentos de la historia; es el Marqués de Esquilache, el valido de Carlos III, que la prohibe larga (con el sombrero de ala ancha), y por razones de policía urbana, el 23 de Marzo de 1766. Pocos días después, el Domingo de Ramos, se produjo el famoso "motín de Esquilache" que tan caro le costó.

Capas famosas la de Antonio Pérez, Juan de Escobedo o la de D. Rodrigo Calderón que acompañó a su dueño al patíbulo. Nace el Madrid de "Capa y Espada". Felipe IV, Lópe de Vega o Quevedo. Más tarde la capa borbónica de Carlos III; recortada por Esquilache en 1766. Era la capa del pueblo de Madrid, usándola "majos", toreros o "manolos": Luis Candelas, Goya, D. Ramón de la Cruz o Moratín. Posteriormente se enseñoreó con Mendizabal, Bravo Murillo o Martinez de la Rosa. D. Ramón Menéndez y Pelayo la usaba con chistera en actos.oficiales. Finalmente escritoras, médicos y artistas, adoptaron la capa de todos los días: Bretón, Larra, Espronceda, Ventura de la Vega o Zorrilla la elevan :a lo más alto del romanticismo y del arte. Al poeta Emilio Carrere la capa le sirvió hasta de mortaja en su entierro.

La historia, la leyenda y las imágenes visuales en forma de retratos históricos o frescas fotografías, nos han dejado pruebas de que la han usado gentes de todas las clases sociales; entre los que alcanzaron fama, poder o gloria podemos mencionar: Felipe II, Felipe IV, Lope de Vega, Quevedo, Goya, Don Ramón de la Cruz, Leandro Fernández Moratín, Fernando VII, Martínez de la Rosa, Bravo Murillo, José de Larra, Espronceda, Zorrilla. Más recientes Julio Romero de Torres, Manuel Machado, los hermanos Alvarez Quintero, Eduardo Marquina, los maestros Federico Chueca y Serrano y en la actualidad Cela o nuestro Rey Juan Carlos, que escogió esta prenda para presentar su biografía, como vemos en los escaparates de las librerías. Si dentro de España la lista de capistas ilustres es interminable, en el exterior crece constantemente cuando otros amigos tienen la oportunidad de verla lucirse sobre sus hombros. Así, sabemos que los armarios de la señora Clinton en la Casa Blanca albergan una envidiable colección de tipos y colores, famosos del cine lucen sus capas en las galas de Hollywood, los toreros la visten de paño fuera de los ruedos, las embajadas le dan un tratamiento de cortesía para Personalidades de Estado y afortunadamente cada día crece más en las calles el número de entusiastas que se niega a dejar arrinconada una prenda cuya elegancia y eficacia compite con el utilitarismo de los modernos gabanes, tres cuartos, cazadoras, gabardinas o similares. .

Si después de estas pruebas, no se luce la Capa como debiera, está claro que le falta MARQUETING y que pasó la época "del buen paño en el arca se vende como lo demuestra la TV que ofrece, y a qué precio, las marcas de postín que nuestros hijos nos piden.

Por eso repito el llamamiento: Sacar las Capas del arca, airearlas de la rancia naftalina y lucirlas para que alcancen el lugar que se merecen.   

 

 

 

ELOGIO DE LA CAPA Y LOS CAPISTAS

Hay algo de mis Madriles en esa prenda garbosa. Viste y, a la vez, inviste del casticismo que evoca. Que castizos madrileños son los que en capa se embozan, hayan nacido o no aquí. Que la capa tapa y toca con algo de los Madriles al que con capa se arropa y el envés de terciopelo sobre sus hombros coloca. Me diréis: ¿Sólo Madrid? No. La capa es española,pero Madrid, que es España, a su estilo la acomoda y hace parte de su ser. Si hasta a Cibeles, la diosa, hace bajar del Olimpo y, como a gallarda moza, pone en su piedra la capa que la hace humana y la adorna. Anales de mis Madriles... Y hasta un motín en su historia por defender de Esquilache la recia Capa Española!.

En Madrid se empezó a denominar a la Capa , como “La pañosa”.

 

 

 

 

 

 

SAN MARTÍN DE TOURS


 Obispo de Tours (Francia), (Sabaria,Panoia 316-Candes, Turena, 397). Hijo de un tribuno militar, se alistó en la milicia a los quince años; se hizo bautizar a los dieciocho en Amiens, donde según la tradición, partio su capa con un pobre. Fue exorcista en Poitiers, junto a San Hilario, que le ordenó sacerdote; posteriormente se retiró a Ligugé, donde se le unieron algunos discípulos, y su fama se extendió por toda la Galia.

Martín de Tours es uno de los santos que más templos tiene dedicados en todo el planeta. Solamente en la diócesis de Girona, ya hay 50 iglesias que le tienen como patrón (incluidas las parroquias). Pero este número, lógicamente no es nada comparado con las más de 3.500 parroquias que tiene dedicadas en Francia. La devoción a San Martín de Tours está extendida en todo el mundo: Francia y Alemania encabezan la lista, pero también en Catalunya y en España y en otros países en general, su vida ha hecho época.

Martín y la capa

San Martín de Tours nació en en Hungría en el año 316 aunque toda su educación la recibió en Pavia (Italia). Ya desde muy joven sintió un cariño especial al tema religioso, pero a los 15 años se vió obligado a entrar en el ejército, sirviendo a caballo en la guardia imperial romana. Es en este periodo cuando surge una de las historias más bellas y más conocidas de nuestro santo. Un dia de invierno muy frío, la tropa romana entró en la ciudad francesa de Amiens. Allí, Martín encuentra a un pobre desnudo que le implora caridad, y no teniendo monedas para darle, Martín sacó la espada, cortó la capa que llevaba por el medio y le dio la mitadl a aquél pobre hombre. Fue objeto de burlas por parte de sus compañeros, pero la acción caritativa fue dulcemente recompensada, ya que la tradición cuenta que aquél mismo día por la noche, vio en sueños a Jesucristo vestido con el mismo trozo de tela que había dado al mendigo.